A
veces me pregunto cómo sería nuestra sociedad si la representación política de
las mujeres fuera superior a la de los hombres, y además éstas ocupasen
mayoritariamente los puestos más relevantes de poder.
Es
dificil de imaginar una situación así, aún queda demasiado lejos, si bien no es
imposible, parémonos a pensar en momentos históricos aún cercanos y preguntemos
por ello a nuestras madres o abuelas si esta cuestión era planteable tan solo
unas décadas atrás, mucho ha llovido desde entonces, una tempestad de lágrimas
de mujeres derramadas y el tronar de sus voces ahogadas.
En
pleno siglo XXI seguimos siendo tratadas como “gallinas” ponedoras de huevos de
los que nacen polluelos que, con el devenir de los años y borrachos de absurdo
poder, se creen “gallitos”.
Yo
también soy gallina, y muy orgullosa de serlo, ponedora de mis huevos sobre la
mesa de mi escritorio desde la que dirijo estas letras, y con ellas cacarear mi
indignación y mi pena de que con la
actitud de quién, supuestamente nos representa como pueblo, que no como
gallinas de su corral, cada día esa idea de igualdad entre hombres y mujeres,
en la política o en cualquier otro ámbito sigue estando lejos.
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